El beso
Por celebrar el
cuerpo, tan hecho de presente
por estirar sus
márgenes y unirlos
al círculo infinito
de la savia
nos buscamos a
tientas los contornos
para fundir la piel
deshabitada
con el rumor sagrado
de la vida.
Tú me miras colmado
de cuanto forja el goce,
volcándome la sangre
hacia el origen
y las ganas tomadas
hasta el fondo.
No existe conjunción
más verdadera
ni mayor claridad en
la sustancia
de que estamos
creados.
Esta fusión bendita
hecha de entrañas,
la arteria
permanente de la estirpe.
Sólo quien ha besado
sabe que es inmortal.
Raquel
Lanseros, Espanha (1973)
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