quinta-feira, 12 de fevereiro de 2015

Com fissão


 La última confesión de Monseñor Romero

Simplemente mantengo una posición de que no estoy confrontándome con nadie, sino que estoy tratando de servir al pueblo. Y el que esté en conflictos con el pueblo sí estará en conflictos conmigo. Pero mi amor es el pueblo; y desde el pueblo pueden ver, a la luz de la fe y del mandato que Dios me ha dado de conducir a este pueblo por los caminos del Evangelio, quiénes están conmigo y quiénes no están conmigo, viendo simplemente las relaciones con el pueblo (Homilía 20 de agosto de 1978)

Monseñor Romero


Hermano, confieso que he pecado:
Liberé a mi pueblo de los atroces invasores,
me solidaricé con el pobre con el mordido pobre,
fui pastor de los desprotegidos,
voz de los sin vos;
Señor, he pecado y mal utilizado vuestro nombre,
le di la razón a los indefensos,
me turné contra los que pagaron diezmo, vuestro diezmo,
contra los que te erigieron esta catedral
donde ahora confieso que te he abandonado,
Señor mío,
puesto que no puedo abandonar a los pobres
que rezan vuestro nombre
no puedo abandonar aquellos que viven
en vuestra fe para vuestra fe,
que rezan a vuestro hijo crucificado.

Ellos Señor, como bien vos lo sabéis,
no irán jamás al cielo
porque nadie jamás ha subido
del infierno a vuestro Reino.

Por eso te abandono y renuncio a ese Reino,
y el día que mañana mandés a mi verdugo
asegurate
que sea antes de comer vuestro cuerpo
para que pueda morir limpio,
impío de toda blasfemia e hipocresía
y condena con vuestro Reino a mi ejecutor
porque será él quien me dé voz
entre tus demás hijos capitalistas
que han vencido bajo tu nombre toda dignidad humana.

Por último te pido por mi pueblo
por mi pulgarcito, por mi San Salvador,
por mi Centroamérica,
por todos ellos te ruego y pido
para que algún día conozcan vuestro verdadero rostro
desvelado bajo las ráfagas de metralla,
bajo las masacres,
bajo los miles de cuerpos que abonan los campos
donde se erigen tus iglesias,
Señor, líbranos de todo mal.
Confieso que he pecado.

Inédito de A Cienfuegos (San Salvador, 1982)

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